Para contar cuentos nunca hizo falta ser un cuentacuentos.

 

Los cuentos de tradición oral, los cuentos de toda la vida se han contado en los ambientes más familiares y más sencillos y por gente cercana.

Cuentan que hace más de 36.000 años una pequeña niña pintaba bisontes, ciervos y cazadores en las paredes de la cueva donde pasaba sus días y sus noches. Su madre compartía con ella momentos, pinturas y pigmentos naturales gracias a los cuales hemos podido saber parte de las costumbres de aquellos seres humanos tan lejanos en el tiempo para nosotros.

Somos seres sociales, necesitamos contar y que nos cuenten para evolucionar, y qué mejor manera de hacerlo que desde nuestra voz y nuestra emoción. Podemos hacerlo de forma oral, de forma escrita o ilustrando aquello que queremos contar.

Cuentos

Los cuentos existen desde hace miles y miles de años. Egipcios , griegos, romanos, y otras culturas mezclaban la realidad con la ficción para dar sentido una realidad demasiado real y para entender un mundo extraño y repleto de preguntas. El ser humano necesita contar para comprender y evolucionar, aunque sea con cuentos inventados.

Los cuentos nos dejan vivir historias y aventuras de otros, y nuestro yo se identifica en algún momento o aspecto del viaje, o de la vida del protagonista. El bien y el mal, el malo y el bueno, la bruja y el hada, el héroe y el antihéroe… Siempre hay dos conceptos contrapuestos y antagónicos en los cuentos, al igual que en la vida y justamente por esto los cuentos de tradición oral siguen vivos, viajando de boca a oreja a través de las generaciones y del tiempo.

Los cuentos de toda la vida son historias que han viajado de pueblo en pueblo. En cada lugar, aunque hayan mantenido su estructura, y su esencia, los cuentos de tradición oral se adaptan al espacio y a sus gentes para seguir con vida en ese estado oral tan delicado e importante para nuestra evolución como seres humanos.

Las aventuras de las Mil y una noches, las leyendas, la mitología griega y romana, los cuentos fantásticos… todas estas historias han coexistido junto al ser humano a través del tiempo, han sido motivo de investigaciones infinitas, de análisis, de estudio, de disfrute y es que la famosa frase «Cuéntame un cuento» nos gusta a todas las personas, independientemente de la edad que tengamos, de nuestra condición o de quien seamos. 

Parar, respirar y escuchar las historias y los cuentos de otros, cuentos de quien vivió hace miles y miles de años, de quien se convirtió en gigante o en una bruja, para traer a nuestros días una herramienta milenaria para la evolución y el crecimiento humano.

El cuento tradicional es valioso y muy interesante. Los cuentos de toda la vida han sobrevivido en el tiempo y junto a las personas por alguna razón y es una pena que los desprestigiemos, o los cambiemos para que el mal desaparezca o que los transformemos en objeto de compra-venta en esta sociedad consumista tan fría e insensible. Dejémoslos que sobrevivan en ese estado de variantes sin destruir su esencia.

Oralidad

La oralidad forma parte del día a día y creo que estamos hechos de historias que a veces se convierten en cuentos. Contar un sueño, hablar de los que hemos hecho el fin de semana, escuchar a nuestros abuelos o abuelas contar sus batallitas de cuando eran niños o jóvenes, compartir hipótesis, momentos, experiencias, ideas, etc.

Todo esto que os enumero entra dentro de la acción de contar historias y muchas veces estas historias propician la creación de otras historias transformándolas en cuentos.

Dentro de la cultura de un pueblo no puede faltar la tradición oral. En ella se concentran millones de datos, conceptos, costumbres, gentes y emociones que se transmiten de unas generaciones a otras de boca a oreja.

Alrededor de una gran hoguera o al lado del fuego de la chimenea en invierno, en el portal de casa, en plena calle, en la taberna, junto a amigos y familia o incluso al cobijo de toda una tribu. Cuando cae la intimidad de la noche y media naturaleza descansa en la penumbra, es cuando los cuentos afloran para dejarnos ver aquello que se esconde a la razón. Criaturas mágicas, hechizos, brujería, poderes,  capacidades sobrehumanas y héroes que se entregan a la aventura del cambio, a un viaje repleto de retos y metas que alcanzar para inventar nuevos mundos menos monótonos, menos dolorosos o más intrigantes.

Contemos cuento de tradición oral, son sanos, didácticos, reconfortantes, emocionantes y divertidos. Eso sí teniendo en cuenta que los cuentos no tienen edad pero no todos los cuentos son para todo el mundo. 

Yo cada día estoy más enganchada a ellos. ¿Te apuntas a contarlos? Disfrutarás, te lo aseguro.

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