Los cuentos nunca fueron solo para niños.
Contar cuentos para adultos y para el resto de públicos, contar por puro placer, contar para que quien escucha se deje llevar y viva historias ajenas, contar por contar, contar por adicción. Cuando hablo de ser traficante de palabras no lo hago porque mi trabajo esté fuera de la ley, que si quisiera estarlo podría, sino que hablo de que somos como comerciantes de una sustancia adictiva, una droga muy apta para el ser humano, las palabras
<p>Bienvenidos a mi espacio, un rincón para disfrutar de contar y de la palabra. Soy Narradora oral y ahora viene la pregunta del millón ¿Qué es eso de narradora oral
En pocas palabras, vivo del cuento soy cuentista, cuentacuentos, cuentera, según hacienda charlista. Hace ya un tiempo, la palabra dicha y el hecho de contar, eran una herramienta natural de evolución y crecimiento para el ser humano. Para nuestros abuelos y abuelas contar estaba de moda, los hombres contaban en el mundo público, en la calle, en la cantina, alrededor del árbol y las mujeres contaban en el espacio privado, en el hogar, al portal de casa, al lado del fuego, en la cocina o a la hora del baño. Ellos y ellas eran transmisores de conocimientos, un altavoz permanente, gratuito y continuo de historias, cuentos y relatos de todo tipo que ayudaban a los que les escuchaban a entender un poco mejor el mundo y a crecer con ello.
Contar es como traficar. Cuando hablo de ser traficante de palabras no hablo de que mi profesión sea algo ilegal o de que esté fuera de la ley, que podría estarlo por el gran poder que ostenta. Hablo de ser traficante porque las palabras pueden ser muy adictivas y las historias y los cuentos también puesto que nos ponen en contacto, nos transportan y nos hacen sentir todo tipo de sensaciones intensas y placenteras.
Cuando empecé a contar cuentos solo tenía claro que mi público favorito era el público infantil y familiar. Contar en una misma sesión el mismo cuento a un adulto y a un niño, y hacer sentir sentimientos tan diferentes, a personas en momentos tan distintos, es maravilloso. En cada sesión colecciono miradas, sonrisas, carcajada, preguntas, momentos de espontaneidad, frases, gestos, pero sobre todo colecciono públicos y maravillosas gentes.
Los nervios y el estrés de las primeras veces se han transformado en un pequeño cosquilleo que me mantiene despierta y alerta y que e ayuda a observar e integrar al público en cada una de las contadas .
Hace unos meses descubrí algo que me encantó. Investigando llegué a la conclusión de que solo son necesarias dos palabras para encender un gran fuego. Palabras como blanco y negro, efímero y eterno, calla y cuéntame, amor y odio, real e irreal o tú y yo son combinaciones de dos palabras repletas de contenido, contraposición, contraste, complicidad e incluso de silencios. Descubrí que hay millones de historias reales, ficticias, de vida o literarias que contienen dos palabras como protagonistas y ello me fascinó. ¡Dos palabras!
A partir de esta conclusión me decidí a estrenarme en cuentos para adultos y a raíz de ello también me he atrevido con los cuentos para jóvenes y es que los cuentos son para todos los públicos. Hoy día todavía hay culturas que sin escribir ni leer siguen contando de viva voz, de forma oral y evolucionan a otro ritmo con ello. Un ritmo más pausado, más íntimo, más familiar, mucho más cálido y directo.
En un mundo de locos en el que la palabra es una moneda de cambio para vender y comprar personas en base a necesidades que sacien la sed de consumo, quiero ser esa traficante de palabras que hagan gozar de placer por puro placer, que te hagan viajar a un mundo no terrenal o que te transporten a un tiempo pasado o futuro donde encontrar el por qué de cosas que no entiendo. Quiero ser narradora oral para traficar con esta droga placentera y alucinógena que se llama palabras y que puede llegar a ser muy adictiva si la gozas.